6. Navegando a la URSS

PRIMERA PARTE

El siglo XX comenzó como como siglo de refugiados. Cuántos tuvieron que abandonar sus hogares tras la Primera Guerra Mundial y las ruinas de los imperios austrohúngaro, otomano, ruso… En Rusia, la revolución provocó un desplazamiento a tal escala que la Liga de Naciones nombró a Fridtjof Nansen, investigador noruego y pionero del trabajo humanitario, como primer alto comisionado internacional para los refugiados. Los “pasaportes Nansen”, documentos de viaje para refugiados, hicieron posible la acogida de 450 mil ciudadanos rusos, y más tarde armenios, sirios, griegos y turcos. 

… En aquellos tiempos, los españoles buscaban una vida mejor en las tierras de las antiguas colonias: América Latina, Filipinas, África… En los nuevos lugares, se formaban comunidades – El Centro Gallego, La Casa de Asturias, El Centro Español- y los “indianos” enviaban dinero a su tierra natal. Quienes tuvieron suerte -y se enriquecieron- reprodujeron Cuba, Perú, México a su regreso en hermosas quintas a orillas del Golfo de Vizcaya, en Cantabria o en las villas asturianas.

Pero en la historia reciente no se ha producido nada análogo a la evacuación de más de 30 mil niños españoles a diferentes partes del mundo. En 1937-38, los noticiarios recogían el llanto de mujeres y hombres en los muelles, y la partida de miles de niños de la República española, navegando hacia tierras extranjeras. Así veía el mundo a España durante su guerra civil. El norte del país fue bombardeado y ametrallado por los aviones de Hitler y Mussolini, venidos para ayudar a Franco. En el País Vasco, Asturias y Santander, los padres quisieron alejar de la guerra y del hambre a sus hijos, en cuyas retinas quedaron grabados los fragmentos de una vida rota. En Europa, muchos intuían que la guerra mundial estaba a la vuelta de la esquina. (Y quienes prepararon y organizaron esta masacre ciertamente lo sabían).

En México, a donde navegaron durante muchos días, al menos se hablaba español. En Inglaterra, Bélgica, Canadá, Estados Unidos, sin la ayuda de intérpretes, ¡los niños no entendían nada!

… El Gobierno de la República adoptaba la medida como extraordinaria y temporal. Tan pronto como hubiesen terminado las hostilidades, los niños podrían regresar a casa. En un principio, se intentó poner a salvo a niños en “situación de riesgo”, es decir, huérfanos, enfermos, niños sin tutela, de familias pobres o en situaciones difíciles… Pero después, durante 1937 y especialmente en 1938, el número de niños evacuados a otros países crecía sin parar.

En 1936, el régimen rebelde, de iure, fue reconocido tan solo por los gobiernos de Guatemala, El Salvador, Italia, Alemania, Albania y Nicaragua; en 1937, el Vaticano, Japón -y el estado títere de Manchukuo- se apresuraron a reconocer a los franquistas; en 1938 lo hicieron Hungría y Portugal…

Por su parte, Francia, Gran Bretaña, Bélgica y México ofrecieron asilo a los niños de la República. La Unión Soviética también ofreció asilo. Acogió a casi tres mil niños (entre 3 y 15 años) entre marzo de 1937 y noviembre de 1938. Se organizaron 4 expediciones desde los puertos de Valencia, Santurce en Vizcaya, Gijón y Barcelona.

El viaje se iniciaba sin billete de vuelta.

El 13 de junio de 1937, el buque de pasajeros “Habana” zarpó del puerto de Santurce (Bilbao) con 4.330 niños, educadores, maestros y médicos a bordo.

Desde el muelle, los adultos gritan consolando a los niños ya en cubierta: “¡Solo serán tres meses!”.

En el puerto francés de Pauillac, 1.475 niños del País Vasco -Vizcaya, Gipuzkoa y Álava- embarcan en el buque mercante Sontay con rumbo a Leningrado. De camino, el 19 de junio, se da a conocer que los franquistas acaban de ocupar Bilbao.

El 22 de junio, miles de leningradenses saludan a los niños de la República en el muelle.

… El 23 de septiembre de 1937, el barco francés “Dairiguerrme” zarpa del puerto de El Musel (Gijón) al amparo de la noche. En el puerto francés de Saint Nazaire, 800 niños asturianos y 130 acompañantes adultos son trasladados al barco soviético Kooperatsia. Después de cruzar el Canal de la Mancha, en el puerto de Londres algunos de los niños pasan al “Felix Dzerzhinsky”. Ambos barcos, casi gemelos, atracan simultáneamente en Leningrado la tarde del 1 de octubre de 1937.

El 21 de octubre de 1937 Gijón fue ocupado por los franquistas.

¿Cómo eran los niños que navegaron a Leningrado desde el País Vasco y Asturias?

En las listas de niños evacuados a la URSS, figuran los nombres de los padres y el estado de salud (el de algunos, no pocos, deja mucho que desear). La mayoría proviene de familias comprometidas. Muchos son hijos de mineros, soldados, pilotos de la República…

Se intenta no separar a los hermanos y hermanas; muchos de los padres combaten en el ejército o han muerto en el frente. Los números 10 y 11 corresponden a Josefa e Isabel, de 11 y 12 años respectivamente, cuyo padre “murió en la guerra”. Tras ellas, los niños con los números del 11 al 30 aparecen listados bajo la misma categoría y comillas, pues no tiene sentido escribir una y otra vez “huérfanos de guerra”. Ahí reside el horror de la situación, en ese signo de repetición: padres fallecidos, padres fallecidos, padres fallecidos.

Estos son los niños que navegan hacia Leningrado.

Cimitrio García González tiene 8 años; en la columna de “Padres” solo aparece la madre, con el significativo nombre de Soledad.

Según la lista, Soledad tiene dos hijos más, bajo los números 21 y 22: Guillermo, de 7 años, y Estrellita de 5. El padre, como todos los de esta columna, murió en la guerra.

En la página 167 de la lista, en la columna “Padres” aparece Adolfo, y en las observaciones, “miliciano”. Sus hijas, Amor y Oliva Ferro, de 7 y 5 años, figuran con los números 29 y 30. No tienen madre.

Araceli Sánchez [1] recuerda la despedida en el puerto de Santurce de sus hermanos menores, que están siendo evacuados a Inglaterra. (En unos meses la propia Araceli será enviada a la Unión Soviética):

– Durante toda mi vida mis ojos retuvieron una “instantánea” de aquel terrible día. Mi madre y yo estamos en el muelle, ella me repite “Araceli, ¡no llores! Que vean que estamos sonriendo “. Allí están, subiendo al barco con sus mochilitas y con etiquetas en el pecho, uno de ocho y otro de siete años … Nos saludan desde la cubierta, y mi madre sigue repitiendo: “No llores, no llores, Araceli …”

Cuando el barco zarpó y mis hermanos ya no podían vernos, mi madre se derrumbó y gritó: “¡Se me van!”

… El barco “Сooperatsia” causa una gran impresión en los niños: el color blanco del barco, los uniformes de la tripulación, blancos también como la nieve, los camarotes limpios, la impresión de limpieza y orden. En primer lugar, un baño ruso, algo nuevo para los españoles. A la salida del baño esperan trajes nuevos planchados. Ya vestidos, se dirigen al comedor. Esto lo recuerdan todos ¡tantos años después!… Bandejas repletas de alimentos esperan a los niños hambrientos al otro lado de las puertas abiertas. Se abalanzan sobre la comida, la esconden en los bolsillos, escapan llevándose el pan al camarote, regresan a por más pan… Al cabo de tres horas, cuando los llaman de nuevo al comedor, todo se repite, no vaya a ser que se acabe la comida. Y solo después de tres o cuatro comidas similares, los niños comprenden que no hay necesidad de acopiar comida en el camarote, que a partir de ahora serán alimentados con regularidad.

Independientemente del juicio de Nuremberg, estas listas podrían constituir la acusación contra quienes prepararon y desencadenaron aquella guerra mundial; y también contra la Europa “democrática”, que promovió la “no intervención” más allá de todos los límites morales concebibles.

Los barcos navegaban en todas direcciones con miles de niños españoles, cada uno llevándose en el alma fragmentos de su pequeña vida.

    SEGUNDA PARTE

    CARMEN DE LOS LLANOS:

    La cuarta y última expedición partió de otra manera. Nos despedimos de nuestros familiares en Barcelona; ​​nadie nos despidió en El Havre. Un barco de nombre impronunciable y bandera escarlata en el mástil destacaba en el muelle. A ambos lados de la pasarela, los marineros soviéticos ayudaban a subir nuestras maletas y bolsas al barco. Un marinero corpulento levantó a Carlos como una pluma y lo llevó en volandas hasta el camarote. Mi hermano estaba débil y llevaba corsé.

    El “Felix Dzerzhinsky” era un buque de carga, pero contaba con 50 camarotes equipados para pasajeros. Mis vecinas eran María de las Rivas, Mercedes Sánchez y las hermanas Adela y Merche Astigarraga. Mis hermanos compartían camarote con los catalanes Héctor, Armando e Ismael Viadiú, así como con Jorge y Armando Prado. Los Viadiú eran hijos de un destacado líder anarquista, redactor jefe del diario “Solidaridad Obrera”.

    Los chicos comenzaron inmediatamente a explorar el barco y descubrieron un amplio salón destinado a las reuniones generales. Más allá del horario de desayunos, almuerzos y cenas, parece que no hubo eventos especiales para nosotros durante los diez días siguientes de navegación.

    No recuerdo las primeras horas del viaje porque nos atropellábamos con las historias de nuestra llegada al barco. Las hermanas Astigarraga, niñas de una acaudalada familia vasca, estaban de vacaciones en Madrid en julio de 1936. Ya no pudieron volver a su casa en Melilla, la ciudad española en Marruecos, capturada por los rebeldes. El padre de Mercedes era Manuel Sánchez Arcas, un conocido arquitecto [2]. Merche nos contó que el año pasado la había llevado con él a París, a la Exposición Universal, y que allí había visto el enorme “Guernica” de Pablo Picasso, y en frente, la Fuente “viva” de mercurio del estadounidense Alexander Calder. El cuadro de Picasso estaba rodeado de tanta gente que su padre decidió quedarse para verlo por la noche, después de cerrar. Resulta que El Guernica lo había pintado Picasso directamente sobre los enormes paneles de la pared… Merche también contó que su padre había llorado cuando los alemanes bombardearon el Hospital de San Carlos en Madrid. Sánchez Arcos y su amigo, el arquitecto Eduardo Torroja, habían trabajado en el proyecto del Hospital Clínico durante 9 años.

    ***

    Nuestra vida a bordo mejoraba. Cada mañana, me dirigía al camarote de los chicos para asegurarme de que mis hermanos salieran a desayunar lavados y con ropa limpia. Nos daban de comer muy generosamente.

    Con sus nuevos amigos, los chicos jugaban a piratas, salvaban muchachas presas, etc., pero Armando y Héctor Viadiú, de entre 15 y 16 años, no estaban interesados ​​en tales juegos: ellos leían, se sentaban a jugar al ajedrez o, tras entablar amistad con don Mariano Cámara, pasaban horas hablando con él sobre temas diversos. ¡Era tan interesante escuchar sus conversaciones!

    Recuerdo que, en París, don Mariano charlaba con un hombre en la terraza del café donde había tenido lugar la comida. El hombre le dio un paquete de periódicos franceses. Y ahora, en el barco, Mariano desplegaba primero uno y luego otro y otro de aquellos periódicos: era el “Paris-Soir”, y les comentaba a los hermanos Viadiú, traduciendo del francés, “esto es lo que escribe Antoine de Saint Exupéry: “¿Paz o guerra?” [3] … Es piloto, escritor, estuvo en España, en las trincheras de Madrid … Así valora el acuerdo de Munich: “Tomamos una decisión: salvar la paz. Pero, al salvarla, abandonamos a nuestros amigos a su destrucción“. Así es.”

    … A los acompañantes adultos les resultaba difícil organizar el ocio entre tantas niñas y niños de diferentes edades. Excepto a don Mariano Cámara. Este erudito malagueño, que hablaba con acento andaluz, había sido profesor en la universidad. Nos contó que era amigo de la familia de Federico García Lorca. Don Mariano en ocasiones parecía triste. Creo que era consciente de la trágica situación y apenas albergaba ilusión sobre el regreso.

    Con el comienzo del viaje, nos reunió, colgó un mapa en la pared de la sala y preguntó: “¿Sabéis a dónde vamos?”. Mostró la ruta: los Pirineos, París, Francia, Bélgica, los Países Bajos… nos habló de las presas y las tierras conquistadas al mar por los holandeses.

    A veces don Mariano nos leía en voz alta “La vuelta al mundo en 80 días” de Julio Verne. ¿Cómo podríamos haber pasado tan largos días de navegación sin el capitán Nemo, su secreto y el Nautilus? Él se hizo llamar “Capitán Nadie”, rompió con todos y zarpó al mar abierto. “Sí”, suspiró don Mariano, “a veces necesitas escapar de todo lo que te rodea”. En aquel momento navegábamos flanqueados por esvásticas a lo largo del Canal de Kiel.

    Un día dejó el libro abierto sobre la mesa. “Vingt mille lieues sous les mers” … Para nuestra sorpresa -y admiración- descubrimos que leía en francés, traduciendo simultáneamente el texto al español. ¡Para nosotros!

    ***

    – ¿Quién está en la cubierta junto al capitán? ¿el vicecapitán?  -preguntó Ismael.

    –Probablemente será el primer oficial –dijo don Mariano.

    –¿Cómo se dice “primer oficial” en ruso? ¿Lo pone su libro? Don Mariano iba a todas partes con un manual, e incluso susurraba palabras en ruso durante la cena.

    –¡No tengo ni idea! ¿Por qué no se lo preguntas? Parece simpático.

    El ruso, muy alto, comprobaba si las ventanas de los camarotes estaban cerradas. Ismael se acercó a él; solo le llegaba hasta la cintura. “Yo soy Ismael. Soy anarcosindicalista y vengo de Girona. ¿Y Usted?”

    El hombre respondió: “Ya starshiy pomoschnik kapitana”. (“Soy el primer oficial”).

    Ismael no podía repetir la frase … Se dio una palmada en el pecho, como Tarzán, y se presentó escuetamente: “Ismael”. Y miró inquisitivamente al oficial. Él respondió: “Starpom” [4]. El niño sonrió y corrió por el pasillo, gritando “¡Se llama Estarpom! ¡Estarpom! …”

    “No tienes que añadir la ” E “, es solo starpom“, dijo el oficial, pero Ismael ya había desaparecido.

    El primer oficial no sabía que a los españoles les cuesta pronunciar palabras que empiezan por “S” cuando va seguida de otra consonante. Incluso aquellos chicos, que vivirían en la URSS durante 20, 30 y 40 años y llegarían a dominar el ruso, siguieron pronunciando “estudent”, “escarlatina” o “esmetana” hasta el final de sus días.

    El apuesto “estarpom” se dirigió a la cocina para comprobar el estado de la cena, sonriendo para si.

    MARIA DE LOS LLANOS:

    Varias personas coinciden en los recuerdos de aquel viaje, navegando hacia Leningrado en la última expedición de los niños de la República. En noviembre de 1938, ya pocos se hacían ilusiones sobre la posibilidad de una victoria sobre las tropas de Franco. Especialmente después de los acuerdos en Munich, donde “Hitler había sido alimentado con un pedazo de Checoslovaquia”, en palabras de uno de los hermanos Viadiú.

    En el testimonio de Carlos, Virgilio y Carmen de los Llanos, mis tío, padre y tía, así como en los recuerdos de Rosa Ortiz, que vive en Barcelona, se comparte mención a la persona que volvió llevaderos los días de viaje. Mariano Cámara, un hombre tranquilo y amigable, con gafas de cristales gruesos, logró distraer a los niños de la nostalgia, tranquilizándolos hasta cierto punto en aquel camino hacia un país desconocido.

    Varios episodios reflejan la cordialidad del maestro. Una vez en el Mar del Norte, el sol rasgó el cielo e iluminó la cubierta. Justo en ese momento, el ágil Luis de las Rivas salió corriendo de su camarote y casi derriba a don Mariano, que contemplaba el horizonte. El maestro le dijo al niño: “¡Lo importante, amigo mío, es no perder tu propia sombra!” Luis miró a su alrededor, no encontró la sombra e inmediatamente corrió hacia el pasillo común, contándoles a todos la terrible noticia: ¡él no arrojaba sombra!

    Al anochecer, la sombra volvió, llegando a ser incluso más larga que la de antes, y en la sala de reuniones don Mariano nos habló sobre Chamisso [5], el escritor que había vivido hacía cien años y se había hecho famoso por La maravillosa historia de Peter Schlemihl, una novela sobre un hombre que vendió su propia sombra al diablo. También nos contó que en Berlín había visitado el Jardín Botánico en que había trabajado el propio Chamisso.

    – ¿También habla usted alemán? – le preguntaron los chicos.

    –Sí, pero me gusta más el francés.

    –¿Cuántos idiomas sabe, don Mariano?

    –Latin, griego, español, catalán, francés, inglés, alemán, italiano, estudié sánscrito…y ahora estoy aprendiendo ruso. Me traje un manual para franceses, pero es bueno para empezar. He de deciros que el ruso es un idioma muy difícil.

    Aunque también hay expresiones sencillas. Por ejemplo, “yo” es “Я“, que en español se pronuncia “ya”. Por cierto, en ruso el pronombre “yo” ocupa el último lugar del alfabeto. Tendría que pensar por qué … Por su parte, el pronombre “МЫ” significa nosotros, pero “ы“, es difícil de pronunciar, suena parecido a “mi”. Bueno, nada, aprendamos.

    – ¿Por qué necesitamos ruso?, preguntó alguien, – nos dijeron que íbamos a estudiar en español. Si aprendemos ruso, olvidaremos el castellano, y cuando nos llamen para volver… ¿qué vamos a decir en España ¿”myiii”? – Una carcajada común.

    -El idioma ruso es muy rico, dijo don Mariano. – En ruso escribieron Tolstoi y Dostoievski. Y Chéjov.

    – ¿Y todos ellos tienen bigote también?

    – Pues sí, respondió don Mariano. – ¿Por qué haces esa pregunta?

    – Cervantes también tenía bigote, dijo Héctor. – No sé, estaba pensando en cuántos bigotudos hay en política … Hitler tiene bigote, José Stalin tiene bigote, nuestro asqueroso Franco …

    – ¡Pero Mussolini no tiene ni bigote ni barba, y su cabeza es como una bola de billar!

    Sería curioso saber qué pensaría sobre estas frívolas conversaciones el bigotudo Felix Dzerzhinsky, cuyo nombre bañaban ahora las olas del mar del Norte.

    ***

    CARMEN DE LOS LLANOS:

    Navegamos, navegamos, navegamos.

    De repente se nos prohibió salir a cubierta. Ordenaron echar las cortinas en las ventanas. Posiblemente una tormenta. Pero Armando Viadiú dijo: entramos en el canal de Kiel, que atraviesa la Alemania nazi. Los diques de hormigón están decorados con esvásticas. Todo alrededor es gris: cielo, agua, tierra.

    Navegábamos por el canal entre cruces gamadas: enormes arañas desgarradas, dominan los alrededores y vigilan los barcos que pasan …

    En los primeros días del viaje, nos contábamos cosas de familia, de los amigos, discutíamos sobre lo que estaba pasando en España. Nuestra vida estaba aún allí, con los amigos de siempre, todos queríamos volver lo antes posible. Sin embargo, con el final del viaje, la melancolía comenzó a colarse en mi alma, y ​​no podía con ella. Lloraba por la noche y supe que Adela, Merche, Mercedes lloraban también… Solo que no lo mostraban. Yo tenía que aparecer alegre por la mañana, cuando iba a ver a mis hermanos … esa alegría se convertiría en mi máscara durante mucho tiempo.

    5 de diciembre. Pasamos la fortaleza heroica de Kronstadt. Allí se nos unieron dos buques de guerra soviéticos como escolta de honor. Ya vemos los amarres del puerto de Leningrado. A las cinco de la tarde, casi de noche allí, vemos multitud de gente. Nos acercamos, oímos un clamor, música, gritos de alegría. La gente nos saluda con entusiasmo …

    ¿A quién saludan con tanta solemnidad? ¿A NOSOTROS? ¿Por qué? ¿Cómo merecíamos tal acogida? Muchas mujeres tienen lágrimas en los ojos, nos saludan con un amor especial, gritan algo … ¿Qué dicen?

    De repente alguien señala sobre las cabezas de la gente una enorme pancarta; y nos traducen: “¡Bienvenidos, hijos del heroico pueblo de España!”

    Ese día de diciembre de 1938, el “yo” de todos y cada uno de nosotros se traslada al final del alfabeto. A partir de ahora, nuestra tribu -la brigada, la columna- se va a llamar “Nosotros“. Se nos concede el título de “niños españoles” y no podemos deshonrarlo.

    Nuestro pueblo nos respalda. Abandonado por otros, cara a cara con el fascismo, desangrándose en una batalla desigual, el pobre y valiente pueblo español.

    Somos sus hijos.

     ____________

    [1] Araceli Sánchez participa en la película del director Jaime Camino “Niños de Rusia”.

    [2] Manuel Sánchez Arcas (Madrid1897 – Berlín1970) fue un destacado arquitecto modernista que trabajó para el gobierno durante la Segunda República. Entre sus famosos proyectos se encuentra el complejo del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, construido en vísperas de la guerra, en colaboración con Eduardo Torroja. Estuvo exiliado en Moscú, y luego se trasladó con su familia a Varsovia, donde continuó su trayectoria profesional con un proyecto de Hospital infantil en la calle Niekłańska. Su página de Wikipedia en versión inglesa contiene información más detallada. https://en.wikipedia.org/wiki/Manuel_S%C3%A1nchez_Arcas

    [3] El artículo fue publicado en el periódico “Paris-Soir” el 2 de octubre de 1938. Junto con los dos artículos siguientes de A. de Saint-Exupéry, compone un breve ciclo bajo el título general “¿Paz o guerra?”

    [4] Primer oficial, “старпом” – starpom – en ruso.

    [5] Adelbert von Chamisso de Boncourt fue un zoólogobotánicoescritor y poeta del romanticismo alemán, de origen francés.

    Carmen

    Memoria de Carmen de los Llanos Mas (1924 – 2020)

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